Te levantás, salís en carrera, porque el Reloj te corretea...
Te montás en un bus o en un taxi y el Reloj apura la marcha como si te fuera a devorar. Entonces, agarrás tu SmartPhone, tu agenda, o lo que tengás a mano para atormentarte y te das cuenta como ya no sólo te persigue el Reloj, sino también el Outlook, el Facebook, el Twitter, Las Reuniones, Los Compromisos, Las Responsabilidades Amorosas, entre mil obligaciones más...
Te percatás de que necesitás un día en Júpiter para salir victorioso y seguir jugando con la Ley de la Selva. Pero pensás y caés en cuenta de que no estás allá, sino que estás acá, sin más remedio.
Llegás a tu trabajo. Comenzás... Lo vas a lograr todo aunque sea una misión aparentemente imposible. Sabés que Dios te va a echar una mano...
Pero perdiste varias cosas: la luz de tu familia al despertar, el brillo de un amanecer en paz con una tasa de café, la claridad de una calle que aún tiene edificios del siglo pasado y que por ello son dignos de admirar...
Te perdiste de la sonrisa de algún niño desconocido por ahí y sobre todo de una conversación amena con la persona del asiento de al lado... Será que te quedaste ciego?
Será que decidiste dejar de ver... Con seguridad? Con inseguridad? Por miedo a fracasar?
Increiblemente el Reloj puede medir el Tiempo, pero éste no le pertenece... Aún hay espacios valiosos que pueden hacer que nuestra vida, nuestro día, nuestra hora, nuestro minuto, nuestro segundo, aún valga la pena!
Hay que tener cuidado, porque en esta ceguera el siguiente paso es quedarse mudo y no poder volver a decir "Te amo" a quién se lo merezca...
JEGR.
Hay muchas cosas que esta nueva ceguera nos impide ver, pero una de las más importantes, creo yo, es que no nos da chance de vernos a nosotros mismos, no nos da espacio para deternernos y analizar que estamos haciendo, que tan fecices somos con lo que hacemos, que es lo que realmente queremos... de vez en cuando debemos parar el tiempo, quitarnos esa ceguera y ver tanto hacia afuera como hacia adentro
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