Metafísica de mi piel


Te escribo el último mensaje del día de hoy: "Hola. Te llamé otra vez. Quería invitarte a un café". Y decido libremente no insistir más. Ya has presionado bastante el botón de ignorar la llamada. Y comprendo las razones por las que lo haces. Ambos lo hemos hecho.

Sin embargo, hoy decido que este será un día diferente a la vorágine habitual de la semana. Me queda esa opción al menos. Y con ella no contravengo ni desafío a mi destino. Sólo me complace mirarlo aquí sentado. En este maravilloso momento donde lo miro y me siento un tanto orgulloso de lo que hay, me avergüenzo de algunos errores y le doy rienda suelta a mi alma para que se conjugue con la Vida y pueda espantar alguno que otro karma.

Mi conciencia me dice que ya los he pagado todos. Podría presentar la factura de cancelado. Pero aunque quisiera escribir algo más poético para explicarte estas transacciones metafísicas, me complace decir esto desde este lugar. De lo demás me protege Dios.

John Donne describiría este lugar así: "donde quiera que se halle el Alma, Dios la encontrará". O talvez utilizaría algo de su décimo Soneto Sagrado: "Muerte, oh muerte, ¿porqué te enorgulleces? Aunque te hayan llamado poderosa y terrible; pues tu no eres así. (...) Pasado un breve sueño despertamos eternos y ya no habrá más muerte, tú muerte morirás".

Mi Alma está sentada en la puerta de la casa. Tiene paredes de dulce y muebles de algodón. Y en este momento está en una mesa de ilusiones mirando por la ventana, sintiéndose contenta de que afuera está lloviendo y que ella está tomando un vaso de elixir caliente que la reconforta.

Sabe con certeza que su Señor cumplirá lo que le prometió, aquello que con tanta inocencia y temor pidió para protegerse del exterior. Reconoce que fue escuchada y que está cubierta.

Hoy decidí, en tu nombre, comer despacio, escuchar con calma, detenerme el corazón acelerado y ver a través de la ventana. La fe es la energía que permite estas cosas. El mundo nos ha enseñado a desesperar, a visitar en vano la ansiedad como recurso para buscar salvación.

Dice W. Riso que existen sentimientos inútiles (Tus zonas erróneas, 1995), pero también existen pensamientos incontrolables. Y jamás ningún autor se ha animado a escribir de la matemática del corazón. Podría que su tesis siempre resulte falsa, porque el corazón ha aprendido a reinventarse día a día. Comprendió que no comprender es su lenguaje.

No hay un sólo corazón racional. 

Y por eso te entiendo. Y te envío un abrazo, como el que espero sentado en esta mesa. Porque esta realidad es como un juego en otra dimensión, en un lenguaje que sólo algunos entendemos. Mi seguridad está en que ambos ganaremos. Dios nos lo ha probado y no hay porqué dudar de esa Felicidad Eterna que no sólo se atrae con la mente sino que también se materializa con el corazón.

Te doy la bienvenida a la metafísica de piel, cosmogonía de mis sentimientos.

JEGR.



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