Te libero.


Te libero.

Pero respondéme: ¿quién te mantuvo atado?, ¿quién en esta casa nuestra te aprisionó?

Te libero.

Dime si te sentiste a la deriva, porque mi mente sólo busca darte felicidad.

Te libero.

¿Quién te quería encadenar las alas? Sólo quería responder a tu voz.

Te libero.

Si entendí mal no fue mi culpa. Si entendí mal no fue por tonto. Si entendí mal fue por la preocupación de ser un brazo fuerte donde pudieras apoyarte para volar más alto.

Te libero.

Si te estimo más que a mi vida. No podría tenerte preso, si me enamoré de tu libertad. Me la contagiaste. Me convertiste en una brújula que perseguía tu norte.

Te libero.

Pero no me arrepiento de lo que el corazón me dice que estuvo bien: los cambios, la lucha, el esfuerzo, las horas invertidas, la espera de tus pequeñas aprobaciones que me transformaban el mundo.

Te libero. 

Y asumo el dolor, para que se vaya. Sin embargo, decido mantenerte acá pegadito al lado izquierdo de mi costado, donde guardo la esperanza. Esa que me permite esperar el día a día, esa que me hace pensar que mañana amanecerás de nuevo a mi lado, sin temor, sin miedo, con tu alegría que arregla el mundo, con tu mirada inocente otra vez.


JEGR.

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