Bajo la luz de mi candil.



Regresé a mi candil. Sólo que esta vez entré sin vos. Sin ellos. Sin nadie. Conmigo y con esta computadora que me acompañará a lugares que jamás imaginé. Que jamás imaginaste.

Ya no siento dolor de pensarte. Es otra la sensación. Algo parecido a la duda, mezclado con algunas raíces de amor que cultivé por ahí. Quisiera decirte que ya no te amo. De seguro eso te quitaría una pregunta de encima. 

Aprendí a allanar muchos caminos, alguna terapia me mostró ese don, la capacidad majestuosa de ayudar a los otros a caminar por un camino nuevo. Y descubrí recién ahora que me quitaste la cobardía para decir cosas. Sobre esa premisa yo abrí un camino en vos, pero para transitar yo por él. En ese camino te despedí.

Alguna estúpida aplicación de software es mi testigo, me vio escribir unos versos maravillosos acerca de cómo todo en la Vida tiene un rito y cómo te despedí con el mejor... 

No siento más ese nudo en el pecho, porque entendí que querías colonizar mis tierras con una alfombra de plata, sobre la que pudieras luego elaborarte un castillo, pero con otros súbditos, más a tu manera.

Me siento orgulloso, de haber servido de trampolín. De cama. De abrigo. De abrazo. De beso. De Verdad. Esa que ahora te apuñala, asesina, pero no te das cuenta. Muy probablemente el disfraz de tanta luz, tu confort y tu orgullo te permitan creerte feliz. Pero hay algo que quiero confesarte, los espejismos no sólo se ven en los desiertos, sino también en bosques de calles hermosas y llenas de frescor.

Ojalá que te topes con mi Verdad en una de tus rondas de placer. Una calle oscura es suficiente para que veas la luz de mi candil iluminando tu recuerdo.

Te regalo mis letras por última vez. Antes creí que las merecías y no era así. Sin embargo, aunque deben andar en la basura, la misma Fuerza de la Vida se encargará de protegerlas del mal.

Te regalo también mi entorno. Disfrútalo, ya no me sirve de mucho. Me dí cuenta de que aún tengo un 95% más de Mundo a mi favor. Me pertenece, de una manera especial, que no depende de vos, sino de mí.

Te regalo, por última ocasión, mi olvido y un conjuro: recordarás.

Ella me lo preguntó: -¿recordar bueno y malo?. Y sólo le respondí: -recordar. 

Ése camino por donde hoy te sientes tan confortable yo ya lo transité, sólo que en alguna ocasión me quedé a la vera para observar, hoy es otra la historia: decidí caminar por delante y arriba de vos.

¡Ánimo! Te invito a dejar el corazón en cuanto cuerpo puedas tocar, o mejor aún, te invito a creer que sigues intacto, después de una guerra de placer con un espiritu vacío que no sabe mil maneras de decir te amo.

No te deseo. No te deseo mal alguno. Te confieso que en la oscuridad de las calles por donde transita el tren, en el segundo piso de tus emociones dejaste un candil escapar. Pronto lo verás convertido en estrella y a lo lejos desearás haber conservado la luz de unas velas serenas, eternas, en lugar del estruendo efímero de una bengala fugaz, que se extingue con un cerrar de ojos.

Hoy te arrebato todo lo que me pertenece, te regalo lo que has creído conquistar y te prometo no regresar de nuevo. Me llevo mis tesoros más preciados a nuestro lugar más sagrado, Él se encargará de repartirlos, adornarlos con los mejores olores de mi recuerdo y posicionarlos en el altar de tus contemplaciones cotidianas, bajo la luz tenue de mi candil.

JEGR.

Comentarios