¡Extranjero por vocación...!

Estoy loco. Y, ¿qué mas dá?.

He renunciado varias veces a cosas personales, para permitir que la Vida me lleve por donde lo considere prudente. Me he dejado guiar. En otras circunstancias también he decidido escapar. Y en esta, ser extranjero por vocación.

Muchas veces las decisiones que he tomado les han parecido a muchos unos disparates irracionales. En ocasiones han sido impactantes. En otras, determinantes. Para mí, todas necesarias.

Inclusive aquellas decisiones que trajeron en algún momento el dolor a mi Vida. Y leyéndome no puedo creer que yo esté escribiendo esto. Pero lo que veo detrás es que las cosas han dado su fruto y ahora hay algo más por lo que pensar, vivir o meditar. He crecido.

Sin duda alguna no lo hubiere logrado quedándome dentro de las cuatro fronteras de mi país.

Costa Rica es un país ciertamente hermoso. Muy verde, muy democrático, muy pacífico. Pero a la vez difuso, volátil y complejo hasta lo absurdo. Muy probablemente al salir de ahí he podido ver con otra óptica cosas que son más importantes que los derechos sindicales o la aparente estabilidad económica/política.

No es que no valore las circunstancias de la "Suiza Centroamericana", ciertamente todo es más fácil, más caro, pero más fácil. A pesar de eso, seguimos estancados, con una venda en los ojos en el país donde nada cambia, sólo se modifica la circunstancia que describe la misma realidad.

Los costarricenses nos quejamos demasiado. Olvidamos lo importante, lo esencial, lo que sí cuenta, por copiar una "visión americanizada del mundo". Se incorporó en la vida cotidiana el despreocuparse por lo más elemental; se dejó de ver lo maravilloso en lo simple y ahora todo se debate entre intrascendencias que generan morbo o escándalo.

Ahora, no por esto decidí ir a dar una vuelta al vecindario o a los vecinos del primer piso. Costa Rica es un país que tiene mucho que ofrecer, que lo digan los miles de personas que llegaron, vieron una oportunidad y se quedaron. Inclusive yo mismo antes de poner un pie afuera de las fronteras estaba convencido de que como Costa Rica no había ninguna. Y sí la hay, varias, muchas y mejores.

Sólo deseo hacer una anotación a mi karma -en el caso de que lea mi blog-, esto que pienso es lo que veo y siento, pero no indica que esté poco agradecido. Ése país, en donde obtuve mi primer pasaporte, también ha cultivado lo que soy y bendigo a la Vida por ello.

Ahora, hay que trascender y puede que sea cierto que nadie es profeta en su tierra o en su caso que la propia tierra no le sirva a uno de profecía válida para jugarse el todo por el todo en la Vida.

La primera vez que salí del país lo hice con temor y expectativa, como si estuviera viviendo algo prohibido.

Ahora lo recuerdo y se me alegra el espíritu, como de complicidad conmigo mismo.

Me dí cuenta de que Centroamérica es una casa para gente humilde, luchadora, herida, gente con el corazón más grande que he conocido.

No es lo que nos pintan a los ticos en las clases de Estudios Sociales. Esa Centroamérica extremadamente riesgosa, vulnerable, separada y viciosa, no existe. La que sí es realidad es la que trata de salir adelante, aún en medio de la violencia y el dolor de la guerra -más psicológica que bélica-; una Centroamérica con el corazón abierto y la identidad en la palma de la mano.

Conozco una Nicaragua extrovertida, repleta de comidas deliciosas y albores bulliciosos en Diciembre. Al Salvador con grupos de amigos y fiestas de calle con Ponche de Leche y piquete. Y Guatemala, necesitaría tres vidas para contar lo que hay en Guatemala, sólo puedo decir que su calidez me atrapó. En algún momento escribiré sobre este último con más detalle.

Conozco a un Santiago de Chile abierto, amplio, como sus habitantes, moderno. Soñador y de múltiples lenguajes. Gente esbelta, guapas y guapos, adictos al vino y a una buena fiesta en Viña o Reñaca. Ahí comencé a comprender que una amistad puede cultivarse en tres horas y que sólo se necesita abrir una puerta para que la confianza surja entre dos personas. Aún conservo buenas cosas de mi Chile, sobre todo en el corazón.

Conozco también un Panamá transformador, risueño, más sincero de la cuenta. Su gente que baila libre y no le importa caminar por horas en el malecón si se encuentra con buena compañía. 

Así es también mi México -y lo digo mío sin temor, sé que hay una parte en el Distrito Federal que está pegadita a mí, un rincón en el corazón que no puedo cambiar por nada en el mundo-. México es una historia para que apenas estoy comenzando a escribir y que escribiré en mis buenos momentos durante muchísimos años más, en su propio territorio, viajando por el metro, tomándome un café en sus avenidas, soñando entre sus aulas, aprendiendo, disfrutando de esa grande y maravillosa ciudad.

No me queda duda, es una sensación más que impresionante elegir no estar en el país donde uno nació. Dejar atrás esa cotidianidad y ese confort; palabra que recientemente me da algo de asco, confort. Esa zona desde la que no pasa nada, ni bueno ni malo. Sólo se está, como por inercia. En algunos casos la gente cree que desde ahí mueve cosas, o se activa, pero se equivoca; desde esa zona lo único que pasa es nada.

Por eso soy extranjero por vocación, yo mismo decidí salir del ciclo redundante que caracteriza a mi país. Abandoné el ciclo que me caracteriza como persona. Y permití que otras cosas me permearan. Me permití iniciar un nuevo trayecto más allá, que me pueda recordar lo importante de valorar lo simple de la Vida, junto a las personas que tanto les ha costado conseguirlo.

Agradezco la locura que me impulsa hasta acá, si alguien me pidiera un consejo para la Vida, tal cual anciano que orienta a sus nietos, yo le diría que viaje todo lo que pueda, que se distancie de su país y se dedique a hacer algo en otro lado, con otras culturas, con otras comidas y otros objetivos. Cada día en la marcha conviene meditar si vale la pena regresarse o mirar la moto de viaje, el camino recorrido y seguir adelante en una carretera nueva, más abierta y más amplia que la que se ve atrás en el horizonte.

Yo sigo eligiendo ir hacia adelante, con casco, pero disfrutando el viento que me toca la cara. Me hace sentirme vivo y con oportunidades.

A volar...!


JEGR.

Comentarios

Publicar un comentario

Todos los comentarios ofensivos, que atenten contra la igualdad de género y la libertad de preferencia religiosa, ideológica, política o sexual, serán eliminados.