Regresar



Ya no sé si llamarte amigo, amor o mi gran pasión. Sólo sé que de nuevo estoy acá, movido por estos acontecimientos que, sin ser tan críticos, me tiran a la acera del pensamiento sin más remedio ni contemplación.

No me pasa nada. Nada. Salvo que estoy acá -escuchando entre licor- a Alejandro Sanz; ya entenderás. No pretendás que este sea un momento de dolor: te aclaro, no lo es. Se parece a un recuerdo, consecuencia de regresar.

Ya no sé si esconderte hasta de mi propia memoria o enfrentarte. No sé si estás afuera o si te llevo por dentro, por no haberte dado el derecho de respuesta. Pensé que te había olvidado.

Entenderás que escribir ahora, volver a este blog, es inevitable. Hace años para mí era más fácil comenzar a hablarte de mí, hoy no sé si me conozco bien ni si sé qué hacer conmigo. Se me pasa la vida entre correos, tiempos tras el volante, presiones, pagos, horas de avión, mensajes y visitas fugaces -de esas que roban energía y dejan al alma sorprendida-.

Tengo seguridad plena, si se me permite tal contundencia, de que ya no estás en mí. Pero también sé que dejaste algo irremplazable o irreconstruíble. Me he dado cuenta que la línea que separa al bien del mal es muy sutil, e incluso que hay gente que siendo buena actúa en contrario por mera inercia, por aprendizaje o por dolor.

¿Quién sabé qué es lo correcto, si se tiene la cabeza en otra parte?

Ya no sé si soy yo el que te invoca con mis acciones, con mis viajes cada cierta fecha del calendario judío; esa que tiene la capacidad de unirnos en metas similares pero en aceras distintas. Esa que hemos recorrido ya con otras personas, más importantes que nosotros mismos y que nos siguen vinculando por esa familia común tácita.

No cabe duda que aquel sueño idílico del que éramos sujetos, ha mutado. Ahora en aquella teoría construída a más de 850 kilómetros de distancia hay variantes, de tres, que como en la comida, dejan la receta sin sabor, sin poder prometerse que no pasarán los años, que los días más felices aún estar por venir, que nos mudaremos del fracaso a la calle del silencio.

Queda claro que no somos eternos y que los porqué no tienen más sentido. Si hace semanas alguna historia fugaz soñaba aquel encuentro que por falta de interés no se dió. ¿Dónde está aquella tenacidad inversa, que mantiene unido a alguien enamorándole para siempre?.

Me resisto a escribir esto que pienso: lo idílico de esta realidad tan vivida, pero tan oculta; que no merece ser repetida en otro cuerpo. Prefiero quedarme con aquella noche estrellada viendo las estrellas, donde me retabas diciéndome que yo no era capaz de dejarte.

¿Qué será de nosotros en unos años? ¿Qué será de mis sueños? ¿Será que me percato de una vez por todas de estas razones, las comprendo y doy un paso más adelante? No tengo ganas de llorar, sólo de entender, empoderarme y caminar. 

Dejar de batallar, dejando de estar caminando con pasos al aire. Como en aquella época, donde mirándonos surgía algo tan puro, incapaz de explicar con letras o palabras.

JEGR

Comentarios